Los debates en TV reabren la polémica sobre la incidencia del “panelismo” y el desacople con el electorado
Los debates televisivos, de quienes encabezan las listas en Ciudad y Provincia de Buenos Aires, abrieron interrogantes y críticas sobre la influencia del espectáculo televisivo y del formato del “panelismo” en la discusión de las prioridades públicas, así como el impacto real en el electorado.
El regreso al estudio del canal Todo Noticias de quienes encabezan las listas en Ciudad y Provincia de Buenos Aires para protagonizar dos debates electorales en una semana abrió interrogantes y críticas sobre la influencia del espectáculo televisivo y del formato del “panelismo” en la discusión de las prioridades públicas, así como el impacto real en el electorado.
La retroalimentación del sesgo previo de los espectadores, que se refuerza con los cruces teatrales de los candidatos, más las frases “híper-guionadas por los equipos de campaña” pensadas para Twitter, “plataforma seis veces más chica que Facebook en términos de audiencia”, reactualizaron las preguntas sobre ese hito de “la democracia audiovisual” que es el debate en TV, indicó en diálogo con Télam el docente e investigador José Luis Fernández (UBA).
Si en materia de rating el primer debate -presentado por TN como #DebateCapital- concitó un interés de entre un piso de 4,9 y un techo de 7,9 según la empresa Kantar Ibope Media -números nada desdeñables para el cable-, en términos sociales esa medición refleja que “es un sistema de intercambio discursivo con mucha repercusión pero en el que interviene un porcentaje muy chico de la población”, subrayó el investigador. .
Especialista en Semiótica y autor del libro “Vidas mediáticas, entre lo masivo y lo individual”, Fernández puso el foco sobre “la poca incidencia” que tienen los debates electorales en la población y planteó que la influencia del “panelismo” de los últimos años convierte a estos eventos políticos-televisivos en “discusiones polarizadas sin resultado final, siempre de suma cero”.
El riesgo de una desconexión con los votantes se añade a la caída de la participación en las urnas que se detectó en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), atribuida a la pandemia, lo que configura un escenario que para algunos especialistas debe llevar a introducir cambios en las formas del debate electoral televisado.
Por su parte, el docente e investigador Nicolás Bermúdez, también especialista en Semiótica y Análisis del Discurso, propuso por caso que “un verdadero debate tendría que dar lugar a lo imprevisible, al acontecimiento político, a la posibilidad de que se pueda conmover o salir” de los discursos planificadamente ‘coacheados’ por los asesores.
Esa irrupción de lo que no está guionado, que se vuelve más necesaria cuando se percibe un distanciamiento del electorado respecto de la dirigencia política profesional, debe coexistir con las reglas de la política mediatizada por la TV, que Bermúdez resumió en la incorporación “del orden de la imagen, del cuerpo y la mirada en relación a un auditorio” al plano de la palabra y la argumentación.
“En la política mediatizada por la televisión, la clave para un candidato es su capacidad para ganarse la atención de un auditorio. Eso es fundamental hoy por hoy y las redes sociales lo han expandido”, agregó Bermúdez, que dicta clases en la UBA y en la Universidad Nacional de las Artes, y de ese modo retomó un consejo que se le atribuye al ecuatoriano Jaime Durán Barba, sobre la conveniencia de analizar los debates electorales con el volumen en cero, para concentrarse en la gestualidad y los movimientos corporales.
Sobre las necesidades de la TV y su búsqueda de sostener el interés del espectador con cruces histriónicos, ironías y retruques en velocidad por parte de los candidatos, quienes estudian estos temas aconsejan “no escandalizarse”, dado que la política “siempre fue una puesta en escena” que “se manejó históricamente en ese terreno, desde las inflexiones de la voz de los políticos en la radio hasta el uso de la foto”, repasó Bermúdez.
Otro de los temas en estudio es la dificultad de quienes compiten entre sí en un set de televisión para ir más allá de la confirmación de los apoyos previos, esa validación del sesgo que permite fidelizar el voto propio.
La impotencia para modificar alineamientos políticos ya consolidados convierte a los debates electorales “en una suerte de diálogo de sordos, una empresa imposible” en la que “la argumentación no parece tener ningún resultado”, apuntó Bermúdez.
Esta encrucijada es la que llevó a la periodista e investigadora de las redes sociales Mariana Moyano, autora del libro “Trolls SA, la industria del odio en Internet”, a concluir que el dilema de los candidatos es que “los debates electorales no sirven para nada pero al mismo tiempo, si van todos, no se puede no ir, porque en ese caso la noticia pasa a ser la ausencia de tal o cual”.
Moyano, consultada por esta agencia, apuntaló la idea de que se está produciendo un desacople de la política en general y el formato del debate en particular (“que está agonizando”, dictaminó) respecto de los intereses de franjas de la población, que se muestran indiferentes y en sus consumos culturales pasan de largo de esos discursos.
“La política no le está encontrando la vuelta para ser atractiva. En general, salvo algunos personajes como (Javier) Milei, que en su show logra llamar la atención y reunir votos también, evidentemente; el resto, la verdad, no está entendiendo la época”, advirtió Moyano, quien en los últimos años se dedicó a estudiar las nuevas redes sociales como TikTok y Twitch, o las plataformas de videojuegos en red, y las formas de construir comunidad y formar opinión propias de los menores de 30 años.
También Sol Montero, doctora en Filosofía y socióloga, especializada en análisis del discurso, compartió el análisis de que el debate electoral en TV “sirve más para reforzar las creencias previas que para torcer las preferencias del electorado”, aunque esa conclusión no le pareció un problema ni un síntoma de declinación.
Para Montero, la función del debate televisado se ha ido concentrando más bien en una escena “para el despliegue oratorio, argumentativo, de cada candidato, que despierta la curiosidad por ver cómo se desempeña, qué trucos hace, qué giros, qué vueltas le pega al discurso para ser irónico, ya que no hay muchas ocasiones para este tipo de intercambios”.
“El debate se caracteriza por la multiplicidad de reglas y restricciones que se le imponen a cada uno de los participantes en cuanto a las formas y al contenido, ya que es un espectáculo televisivo mediatizado que tiene como principal destinatario al espectador televisivo”, desdramatizó la especialista.
En cuanto a la relación de los debates electorales con una práctica sistemática de estos tiempos, como el uso de noticias falsas (‘fake-news’) y la construcción de la ‘posverdad’ para impactar en el sistema político, los analistas propusieron que la presentación de los candidatos en TV debería estar acompañada -quizá en tiempo real- por un dispositivo de verificación de datos y del discurso público que impida sorpresas “como Milei hablando del calentamiento global en términos casi terraplanísticos”, recordó Bermúdez.
- Fuente: Télam